martes, 13 de marzo de 2012
La decisión
Alex se sentía dentro de una habitación oscura. No era capaz de ver nada a su alrededor. Se sentía como un animal enjaulado que deseaba con ansias su libertad. Tan solo veía oscuridad, aunque, en realidad, el vagón de metro estaba iluminado. Su corazón comenzaba a latir muy rápido, su respiración se hacía costosa y acelerada, le dolía el pecho; sus músculos estaban agarrotados y le costaba moverse. Sus ojos empezaban a salir de la oscuridad. Intentó distinguir en qué estación estaba. Sentía a la muerte cerca y el rápido latido de su corazón le daban la convicción de que eran sus últimos instantes. De pronto, la luz llegó a sus ojos y pudo ver el rostro de las personas. Supo dónde estaba. Creyó estar a salvo. Voces desconocidas se escuchaban en su mente. No era ninguno de los pasajeros. Las voces lo mortificaban, le restregaban en la cara su error y le decían que nadie podría librarlo del trágico fin que le esperaba.Ya no sentía el aire. Estaba sofocado... Desesperado bajó del tren y corrió al rincón del andén. Se sentó y mientras sollozaba dijo: "¿Por qué a mí? ¡ Déjenme tranquilo! ¡ Cállense!". De pronto, un ruido. La luz de un tren. Una idea macabra. Tan solo unos segundos para recordar la vida y acceder a perderla. Alex tenía poco tiempo para decidir.
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