martes, 8 de septiembre de 2015

Metáfora

Me había acostumbrado a hacer metáforas tristes. Lluvias de palabras cargadas de amargura, tanta que de mis labios brotaba hiel, sensaciones extrañas. Mis sílabas y letras grises nublaban mi vista, hacían pesados los ojos, el hablar, ponían mi garganta llena de rocas. Yo, rey de la metáfora inerte, quijote buscando gigantes, guardando besos y caricias... Pero llegaste, cual metáfora llena de vida, como un sustantivo que no mata, como verbo hecho carne, alma, cuerpo, brazos, piernas, sexo... Verbo al que adoro en mis sombras y ofrendo mis luces con poca gloria, mis palabras
blasfemas, la hiedra de mis manos, mis abrazos llenos de cariño, mi lengua exploradora de secretos, la vida entera en un palpito, en una caricia, en el juego del deseo entrego mi cuerpo en el altar del tuyo, invocando a dioses y ninfas, esperando el polvo de estrellas en un grito de placer ahogado, invocándote, mi metáfora de vida, mi musa, mi amor...